Durante el otoño y el invierno, la nutrición mineral de los rodeos puede verse comprometida, generando un entorno propicio para desequilibrios metabólicos. La hipomagnesemia, en particular, representa una amenaza subestimada que impacta sobre la salud, la producción y la eficiencia reproductiva en la cría y el tambo.
Los cambios estacionales modifican la disponibilidad y composición mineral de los forrajes, especialmente en sistemas pastoriles. Durante el otoño-invierno, los verdeos invernales, rebrote de pasturas o reservas forrajeras presentan comúnmente un bajo contenido de magnesio (Mg), acompañado de un exceso relativo de potasio (K) y nitrógeno. Esta combinación crea un escenario nutricional que favorece la aparición de hipomagnesemia en bovinos.
Desde el punto de vista fisiopatológico, el mecanismo exacto de la tetania hipomagnesémica aún no se comprende completamente. Sin embargo, estudios como los de Allsop y Pauli (1975) han demostrado que los signos clínicos se desencadenan cuando los niveles de magnesio y calcio descienden en el líquido cefalorraquídeo (LCR). Esta disminución compromete el control neuromuscular, favoreciendo la aparición de temblores, convulsiones y, en casos graves, muerte súbita. Tal como describe Mattioli (2019), suele coexistir un desequilibrio en el metabolismo del calcio, siendo frecuente la asociación de hipomagnesemia con hipocalcemia, lo que agrava la sintomatología y complejiza su resolución.
Los signos clínicos pueden abarcar desde apatía, reducción del consumo y alteraciones en el comportamiento, hasta cuadros agudos de inestabilidad, convulsiones y colapso. No obstante, el impacto más frecuente y subestimado es el de las pérdidas subclínicas, que se manifiestan como una menor eficiencia productiva, trastornos reproductivos, aumento de la susceptibilidad a enfermedades y menor respuesta a estrategias de mejora nutricional.
El riesgo se incrementa en animales con alta demanda metabólica, como vacas en lactancia o preñez avanzada, así como en animales en recría intensiva. Además, situaciones de estrés térmico, transporte, partos recientes o cambios bruscos en la dieta pueden actuar como disparadores del cuadro, aún cuando los niveles plasmáticos de Mg no parezcan críticamente bajos.
En este contexto, la prevención se convierte en una herramienta clave. Se recomienda incorporar al plan nutricional estacional una evaluación específica de los aportes minerales, con énfasis en el equilibrio entre Mg, Ca, K y Na. La suplementación estratégica con correctores minerales formulados para mantener niveles adecuados de magnesio biodisponible, especialmente en sistemas de autoconsumo como bateas a campo, es una de las formas más efectivas de anticiparse al problema.
En definitiva, enfrentar la hipomagnesemia implica algo más que corregir un déficit: requiere comprender su compleja interacción con el metabolismo del calcio y con el sistema nervioso central, anticipar los factores predisponentes y actuar de forma preventiva. En ganadería extensiva, donde las pérdidas muchas veces son invisibles, equilibrar correctamente los minerales puede marcar la diferencia entre eficiencia y frustración productiva.
Autor: M.V Alejandro Caviglia